La violencia machista no es sólo un asesinato. Ni siquiera un empujón o una bofetada. Primero aparecen las amenazas, los insultos y, mucho antes, el control. ¿Dónde estás?, ¿con quién estás?, ¿has llegado ya? Son preguntas aparentemente inofensivas pero que dejan de serlo cuando se multiplican por decenas todos los días. Sobre todo entre adolescentes, se convierten en patrones de control o sometimiento aparentemente normalizados que, además, se disfrazan de muestras de amor...