Cuando, allá por 2005, Los Chikos del Maíz empezaron a apretarle las tuercas al panorama nacional, España aún era talante y ceja, un crío feliz en bicicleta aproximándose a un barranco. "Gobernaba Zapatero y se ataban los perros con longanizas, o eso creía la gente", bromea Nega al otro lado del teléfono. El país se resquebrajó y el rap político estuvo ahí para doler, ofender y señalar las grietas, poniendo nombre y apellidos a los responsables, recordando a los sordos por culpa de quién se sangraba.