Una cruz, la más alta de Europa, colocada encima -hasta hace poco- de un dictador genocida y, todavía hoy, de unas 15.000 víctimas del régimen sacadas de fosas comunes sin el permiso de sus familias, no es una cruz cristiana y en absoluto representa el amor y el perdón. Simboliza el triunfo del fascismo apoyado por una Iglesia que tuvo el cinismo de calificar de Cruzada la lucha contra la legalidad republicana.