Los americanos están convencidos que su gobierno gasta demasiado dinero en ayuda al desarrollo. Todo empezó a principios de los setenta, cuando nuestro presidente favorito y la enorme pifia de Vietnam envenenaron el debate político americano. Desde entonces, los programas humanitarios bajo USAID siempre han ocupado un lugar preeminente en la lista de “despilfarro” de todo político conservador del país, siendo la única partida de gasto federal en la que hay mayorías (raspadas) de votantes que están de acuerdo en eliminarla.