La rápida e imparable transición tecnológica exige un nuevo contrato social. Estados, sindicatos, trabajadores y empresas deben formar parte de la solución. Esta revolución, además de deseable en muchos aspectos y preocupante en otros, es inevitable, imparable. Y rápida. La robot-lución está ya teniendo un impacto sobre el empleo —el número y el tipo de trabajos— y los salarios, y está vaciando las clases medias, algo que venimos detectando desde la Gran Recesión.
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