Cinco dólares por un ataque DDos, 50 por enviar spam o 500 por entrar en el teléfono móvil inteligente de un tercero. La lista de servicios con sus distintos precios es de lo más suculenta. Allí se puede contratar de todo: desde espiar el correo de la pareja a meterse en el ordenador del jefe. Sólo pidan un deseo que al otro lado habrá un ciberdelincuente dispuesto a hacerlo realidad. A un módico precio, claro.
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