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Helena, las últimas vacaciones
Los golpes en la puerta son cada vez más violentos. Los gritos, empapados del odio más visceral, apenas nos dejan oírnos entre nosotros. Reproches, amenazas y palabras ininteligibles deformadas por la rabia, retumbando de tal manera que parecen haber hecho un nido dentro de mi cerebro. Es tan desquiciante que siento ganas de arrancarme las orejas.
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