Cuatro gatos llegaron el día seis a las ocho de la mañana. A la diez, había catorce gatos que me dijeron que tenían diecinueve años. Todos comenzaron a marcar el mismo número de teléfono, 10111111.
A los seis días, para mi sorpresa, ocho gatas se mudaron a la calle diez número cuatro. Lo más curioso es que los que quedaron ahora sólo tenían catorce años. Diecinueve veces sonó el reloj del salón, cuando ellos dejaron de llamar al 10111111.
Sólo quedaron cuatro gatos, que ahora tenían sólo ocho años. Y como ya no llamaban al 10111111, se quedaron seis horas mirándome. A las diez en punto me dijeron con voz muy clara: "Catorce veces diecinueve es un número que los gatos numéricos no soportamos".
Ese mismo día los gatos se fueron, y yo me quedé mirando el reloj, hasta que sonó el teléfono. Una voz de gato empezó a recitar:
"Cuatro si quieres salir,
seis si debes llorar,
ocho sólo cuando puedes sonreir,
diez nunca para amar,
catorce si subes,
y diecinueve si mueres."
Jamás volví a saber de los gatos numéricos.
***
Llegaron tarde. Para cuando aparecieron por mi casa, hacía días que los gatos numéricos se habían marchado. Los perros alfabéticos parecían alterados, y no paraban de sumarse y restarse letras a discreción. La perrada de la letras andaba muy enfadada y para colmo comenzó a interrogarme el Perro S:
-Cuándo llegaron?
-No lo #é -repondí #in poder u#ar la letra "e#e".
-Cuánto# eran?
-Ni idea, uno# cuanto# gato#, pero no lo# conté...
En e#o intervino el Perro E y todo s# complicó, volvía a pod#r usar la #s#, pero d#j# de pronunciar la "#".
-No c#ro una palabra, nos #stá minti#ndo... -añadió con voz gutural el Perro E...
-Oiga, los gatos num#ricos no #stán y ll#vo una s#mana con los núm#ros cambiados, qui#ro qu# m# d#j#n tranquilo... -r#spondí #n tono malmuhorado, sin sab#r si tenía s#ntido lo qu# había dicho por la aus#ncia d# la maldita l#tra.
-Quedémonos, allí tenemos mucho que deshacer -respondió el Perro de los Antónimos...
De pronto entendí que no estaban allí sólo los perros alfabéticos, algunos de los Perros Gramaticales se habían unido a la búsqueda de los Gatos Numéricos.
Se marcharon como habían llegado, ladrándose letras sin parar; hasta llegué a oír un soneto, eso quería decir que a los perros alfabéticos se habían unido perros de otras razas gramaticales, la cosa podría llegar a alcanzar dimensiones épicas si los lagartos matemáticos intervenían en el asunto.
***
Lo que me temía, los reptiles matemáticos habían llegado, se habían colado por la ventana que tenía entreabierta. En parloteante algarabía se situaron sobre la mesa, en las paredes, sobre los sillones... No podía creer que esto me estuviera pasando a mí. Por fin, un lagarto con aire regio, el que parecía más serio de todos, dijo:
-Sí y sólo sí estuvieron aquí los gatos numéricos la formulación sería correcta.
Apasionadamente otro lagarto respondió a toda prisa, moviendo los ojos mientras pensaba profundamente.
-El Teorema de Lagran condiciona cualquier desarrollo posterior, no podemos asumir que el grupo "gatos numéricos" (G) perteneciera al conjunto de los número naturales (N), evidentemente el subconjunto números primos no estaba incluido...
-Pero no pueden ser gatos de números imaginarios (I), eso sería imposible -respondió un pequeño camaleón cambiando el color de su piel al marrón sucio de mi mesa de trabajo-. Según el Teorema de Hugh y posterior corolario de Bastian-Levy las matrices cóncavas no pueden entrar en sumatorio de (I) cuando (I) es >< de (H), siendo (H) el número de gatos no imaginarios.
Contemplaba atónito este asalto doméstico, mientras los lagartos, camaleones, iguanas y salamanquesas cuánticas se enzarzaban en una sesuda discusión matemática. Al principio pensé que vendrían a hacerme mil y una preguntas, a no dejarme en paz. Pero...
-Hasta que no sepamos si el grupo (G) de gatos numéricos pertenece a los números naturales (N), no podemos continuar, sería una pérdida de tiempo... -dijo moviendo la cabeza negativamente uno de los lagartos.
-Oiga -interrumpí cortésmente-, podrían discutir fuera, no sé nada de esos gatos que invadieron mi casa, ni de los perros alfabéticos... y me duele mucho la cabeza desde que todo esto comenzó...
-Sí y sólo sí nos responde a una cosa -dijo una salamandra cuántica que se sostenía con las ventosas en el lateral de mi mesa mientras asomaba la cabeza- ¿Su eje referencial?
-¿Qué? -respondí atónito.
-¿Cuál era su eje referencial cuando llegaron los gatos?
No tuve tiempo de contestar, ya que los demás lagartos se arremolinaron sobre la salamandra cuántica en una tensa discusión, de la que pude deducir que estaban hartos de los planteamientos de dicho grupo y que no iban a soportar una injerencia más en sus desarrollos matemáticos perfectos. Toda esta algarabía llenó la habitación mientras se marchaban por la ventana, por donde habían llegado. Parecían ajenos a todo, envueltos en discusiones sobre integrales, desarrollos y sucesiones númericas.
El dolor de cabeza no se me había ido, pero respiré tranquilo en el silencio de mi habitación.