[Atención] "Spoilers" de Crónica del asesino de reyes
Todo estaba oscuro pero la música seguía allí, bailando. Atrayéndolo como una lámpara a una polilla. De repente, una luz se filtró por una rendija en la habitación oscura y él la siguió, dirigiéndose hacia la melodía. Aquella melodía le resultaba familiar, pero qué no se lo resultaba en la música. Él había nacido con ella, ella había sido su amante, su eterna compañera; y ahora, solo rencor y cenizas, anhelo y extrañeza, solo quedaba silencio. Y, sin embargo, allí estaba ella, al final del recorrido, sonando mística y poderosa.
El pasillo al que salió no estaba mucho más iluminado que la habitación. Las sombras confusas de muebles se perfilaban a lo largo de él, como apuntando en la dirección de la que procedía la música. A veces, un ratón, o algo de su tamaño, se desdibujaba por la oscuridad como un fugaz pensamiento, sin hacer ruido. El silencio lo impregnaba todo, menos la música. ¿O también estaba allí? Entre cada acorde, un pequeño silencio que se clavaba como un flechazo.
A pesar de la atracción de la música una parte de su mente le imploraba parar, advirtiéndole de que nada bueno saldría al ir en su encuentro. Sus caminos se habían separado hace tiempo y así tenía que seguir siendo, por algún motivo... En los momentos de distracción, descubrió algunos de los objetos que se encontraban en aquel pasillo, entre aquellos muros repletos de grietas a punto de venirse abajo. En la pared de la izquierda, un cuadro cubierto de polvo mostraba la imagen de una mujer preciosa, una planta con flores alargadas y rojas como sus labios enmarcaban la escena. Al fondo de la imagen, crecía una enredadera sobre un arpa rota. La música… Ahora estaba más cerca.
Conforme se acercaba la música aceleraba su ritmo. Ahora un allegro danzarín le invitaba a avanzar más rápido y así lo hizo, sus pies levantaban capas de polvo que ondeaban tras de sí en la habitación, conforme avanzaba, aparecieron antorchas de llamas brillantes en las paredes del pasillo y los objetos se hicieron más definidos, también las grietas de la pared eran más profundas. Una espada colgaba en un estante cubierto de polvo en su derecha y, súbitamente, la música paró. Cesura, la pausa entre dos hemistiquios. ¿Pero qué hacía allí? Dio un paso más y la música continuó, más acelerada que antes, vertiginosa. La atracción cada vez era más fuerte, tiraba de él como si fuese un pescador que tiene su mejor presa.
De repente se descubrió corriendo por el pasillo, por las puertas laterales veía fugaces imágenes apenas reconocibles: lámparas, manzanas y luz de luna, hogueras y risas, un libro, el viento, carromatos e itilonitos… fuego azul, óxido y cenizas. sombras y olor a pelo quemado… La luz de las antorchas se volvió azul, la música estaba muy cerca, cada nota lo atravesaba como un rayo, dolía. La música se agitaba revuelta, viva, dándole luz a todo. Abrió la puerta y en el centro estaba él, con el laúd en la mano, cantando. Pero no debía cantar, no aquello, no allí. La escena tembló y se oscureció, la música aún sonaba en su cabeza.
- Reshi, Reshi, por favor, despierta. ¡Cállate! - Bast lo agitaba por los hombros, con lágrimas en los ojos.
Kvothe abrió los ojos y se incorporó en la cama. Bast estaba junto a él, gimoteando como un bebé, abrazándose el pecho. El sueño se empezó a disipar en su memoria.
- Bast, ¿qué te pasa?. ¿Estás bien? ¿Ha pasado algo? - El sueño aún nublaba sus pensamientos.
- Estabas cantando, Reshi. Aquella canción... la cantabas en sueños y reías, como un loco. Sabes que no puedes hacerlo, Reshi. Ahora vendrán, te habrán escuchado, nos encontrarán…
Kvothe se incorporó en la cama y le puso a Bast la mano sobre los hombros, tranquilizándolo. Suspiró.
- Está bien, Bast. Ya he parado. No habrá ningún problema. A partir de ahora, solo se escuchará el silencio.