Al abandonar la plaza de la Lealtad, me invade una sensación de tristeza al contemplar el vacío que rodea al Monumento a los Caídos por España. Cerrado y vallado, parece que hemos olvidado lo que representa. Sin una Guardia de Honor que vele el sueño eterno de nuestros caídos, sin la custodia permanente que demanda un lugar sagrado para nuestra Patria, sin una corona de laurel a modo de tributo adornada con una cinta con los colores de la Enseña Nacional.
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