No hay la menor duda que uno de los mayores atractivos de Aragón son sus habitantes. La Plaza del Pilar de Zaragoza, la Plaza del Torico de Teruel o la Plaza de Navarra de Huesca lucen más bellas rodeadas de sus gentes, esos aragoneses a los que se les define como testarudos -más vale dar la razón a un maño antes de que te ponga la cabeza como un bombo, reza el tópico-, pero también como humildes, leales y hospitalarios.