El ministro, quiso ponerse firme con las grandes empresas españolas, en especial con las tecnológicas. «Les dijo que quería enterarse de todas las quejas de los clientes, que se habían acabado la impunidad y el cachondeo y que, de hecho, iba a atender él todas las llamadas y todas las quejas, que ya estaba bien de tonterías», ha explicado este miembro del equipo de Garzón. Todas las empresas aceptaron al momento, lo que hizo temer al ministro que, quizá, su idea había sido un error.