Al reggaetón se le ha juzgado de machista, misógino, discriminatorio, sucio, inmoral, tonto y hasta de ser solo “para simios”. Sin embargo, sigue ahí y se escucha en todos lados: camiones, taxis, celulares, cafeterías y hasta aeropuertos. El género ha sido visto como el pulular de todo un discurso que promueve la promiscuidad y valores que no concuerdan con la sociedad actual, o que son parte de una patología social encerrada en un beat de 4/4 con un contra tiempo, porque el reggaetón es, finalmente, eso: música.