Todos, en mayor o menor medida, sois hipócritas. Tú, sin ir más lejos, tuviste que serlo cuando un conocido te presentó a la novia que se había echado y te preguntó: “¿A qué es mona?”. Y, mirando a la susodicha, que parecía la versión femenina de El Muñeco diabólico, le respondiste: “Sí, muy mona”. A la postre, fue una mentirijilla piadosa, aún más teniendo en cuenta que “mona” es palabra polisémica (“mona”, entendida como guapa o “mona”, amiga inseparable de Tarzán). Pero existen unos hipócritas muy especiales: los educados.