30 años de una eterna lucha contra sí mismos, el mito de Sísifo aplicado a la gala de los Goya: los dioses del cine español le impusieron a la Academia el castigo de tener que organizar cada año un número musical destinado al fracaso. En lugar de montar un gabinete de crisis al lunes siguiente y decidir que la próxima gala iría sin coreografías, gracias-pero-no-gracias, los guionistas y realizadores estaban obligados, por fuerzas más allá de toda comprensión humana, a repetir algo que nunca, en treinta largos años de historia, ha salido bien.