Te despiertas y lo primero que pasa por tu mente es que estás en el infierno. Abres los ojos, miras a tu alrededor y, lógicamente, no estás en medio de un fuego intenso y abrasador, solo estás debajo de un rayo de luz que se filtra por la ventana, como si Dios estuviese lanzándote una jugarreta a lo “El iluminado”. Sin embargo, sí que te rodean un montón de cajas, pequeñas, grandes, medianas, de regalo, polvorientas, hasta de crema de dientes. Puedes escoger la situación que prefieras, a fin de cuentas, es tu historia.