Hace casi dos años que no veía un partido de fútbol como tal, y ni tan siquiera recuerdo cuando fue la última ocasión en la que lo hice en uno de esos locales donde los aficionados de pro se reúnen, usándolo como excusa para salir de la rutina, romper con un mal día, evitar a su pareja o, directamente, para ponerse hasta el culo de lo que sea. Pero hoy, por fin, me he vuelto a sentir gastrofutbolero por un día.