La familia disfuncional más famosa de la televisión de los años 90 gozaba, según los estándares actuales, de una existencia casi soñadora que ahora parece fuera del alcance de demasiados estadounidenses. Me refiero, por supuesto, a Los Simpson. Homer, un graduado de la escuela secundaria cuyo trabajo en el sindicato de la planta de energía nuclear requería poca habilidad técnica, mantenía a una familia de cinco personas. Una casa, un coche, comida, visitas periódicas al médico y lo suficiente como para tomar muchas cervezas en el bar local...

Disputa territorial entre dos familias de nutrias en Potong Pasir, Singapur.

A esta familia le parece tercermundista tener que estar pendiente de si un volcán destruye sus pertenencias. “Me parece increíble que en pleno 2021 sigan pasando estas cosas en España”, se sincera Cayetana Sesma Agaj, de 16 años. “Cómo le explico yo a mis hijos pequeños que hay un volcán acercándose a su habitación”, pregunta la madre. “Espero que la Comunidad de Madrid o el Ayuntamiento hagan algo porque, si tenemos que esperar al Gobierno, lo tenemos crudo”, expresa el padre.

Hace dos años y medio Baltasar convenció a su familia para levantar en su jardín un robot de más de 7 metros de altura y una tonelada de peso. “Yo le dije que me parecía estupendo”, recuerda su esposa, Isabel Pérez, que añade “pero pensaba que no lo haría ni en sueños”.

Un tuit se repite con precisión suiza una de cada tres veces que se lanza una nueva serie de dibujos en plataformas. Su expresión no varía mucho, a pesar de provenir de distintos puntos geográficos del planeta: “todas las series de animación para adultos son la misma”, dice el ofendido, en algunos casos puntualizando con algo más: “y además, ¿por qué son todas feísimas?”.