Tras muchas quejas, utilizando la legislación contra el comportamiento antisocial, un tribunal prohibió a una joven británica gritar de placer a horas intempestivas, y hacer otros ruidos, como poner música fuerte, discutir, insultarse en voz alta y dar portazos. Todo cayó en saco roto ya que Gemma Wale siguió disfrutando del sexo a todo trapo.