En 1989, el acuerdo entre Pepsi y la Unión Soviética estaba a punto de caducar, por lo que comenzaron las negociaciones para renovarlo. Pepsi ya tenía por aquel entonces de 20 fábricas en la URSS y el nuevo acuerdo comercial tenía un coste de 3.000 millones de dólares para la URSS, que se ofreció a Pepsi pagar con una auténtica flota de guerra. 17 submarinos, un crucero, una fragata y un destructor, todos a diesel. Pepsi, por extraño que pueda parecer, aceptó el trato porque era la única manera de seguir vendiendo su bebida en la URSS.