Un chiste popular tras la primera guerra mundial decía así. Un antisemita asegura que los judíos provocaron la guerra. Su interlocutor replica: "Sí, los judíos y los ciclistas". "¿Por qué los ciclistas?", pregunta extrañado el antisemita. "¿Por qué los judíos?", responde el otro. Me acordé del chiste mientras asistía anonadado a la caída del traidor Iker Jiménez, devorado por sus propias criaturas en un reciente hilo de Twitter en el que, desesperado, aseguraba contra la legión de seguidores que esta vez es verdad, que el covid-19 es real.