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En un claro del bosque celta (XVIII):Retomando la espiral hacia el origen
En algún lugar Jean Markale enfatiza con fervor que los celtas sueñan su historia más de lo que la viven. Tal vez en esa sentencia hermosa y temeraria anide, como un pájaro que se sabe a salvo del ojo humano, el último Secreto. No sé si fue el único pueblo -o mosaico armonioso de pueblos- en hacerlo; sí puedo confesar, sin hesitar, que, entre aquellos que me han legado generosamente su cultura, es el único capaz de hacerme sentir lo mismo. Sólo los chinos de la Antigüedad, espías entusiastas del Tao y amanuenses de los astros que les susurraron el I Ching, logran disuadirme de echar a perder, entregado al ilusorio y aniquilador mercadeo de la historia, el impulso creativo que anima mi vida y la del congénere humano, mineral, vegetal, animal o dévico con quien el azaroso Destino desafíe mi espontaneidad y mi asombro, mi promesa de no regresar nunca por el mismo camino…
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