Celtas en Iberia -fuentes clásicas e historiografía tradicional-

I ― LA CUESTIÓN “CELTA”

 La llegada de pueblos celtas a la península es materia con más de un siglo en permanente discusión, sin que aún haya quedado fehacien­temente definida. La lingüística, las fuentes clásicas y la arqueolo­gía ofrecen razones que muestran divergencias so­bre la naturaleza de la presencia celta: etnográfica o cultural.

Hoy se definen como “celtas”, en senti­do estricto, a los pueblos que hablando alguna de las lenguas celtas ocupaban el territorio centro-occi­dental europeo y parte de Anatolia entre el VI y el I a.C. Cel­tas serían así las gentes “celtoparlantes” procedentes de la cultura de La Tène o de su antecesora cultura de Hallstatt, y esta considera­ción tan solo alude a su identidad lingüís­tica y cultural de­jando de lado, por desconocida, su filiación étnica. Vemos así que la lengua y en menor grado la cultura material se constituyen en rasgos directores de la condición de “celta”.

Ahora bien, sin que lengua y cultura vayan necesariamente pa­rejas, la lengua celta remontaría a un “protocelta” procedente del “indoeuropeo” (término acuñado en 1.813 por Thomas Young), del que a su vez se define una fase anterior denominada “antiguo-europeo” (Hans Krahe, 1.957); en tanto que la cultura de La Tène proce­dería de la de Hallstatt, que surge de la de Campos de Urnas, que a su vez remontaría a la más antigua de los Túmulos. Y aunque desconocemos la lengua hablada por las gentes de cultura Hallstatt anteriores a los celtoparlantes de La Tène, su condición lingüística “protocelta” se establece en base a su afinidad cultural y tec­nológica con esas gentes de La Téne; factores ambos que permiten suponer una continuidad poblacional afectada por un proceso evolutivo endógeno que también alcanzaría a la lengua. Así además lo sugiere la existencia de un grupo de lengua celta que no acusa sin embargo rasgos materiales de La Tène, como es el caso de los celtíberos.

Tenemos así a unas gentes de etnia y lengua desconocidas a los que en base a su cultura material «precéltica» po­dríamos definir como indoeuropeos “preceltas” (Bronce Final, Campos de Urnas) e indoeuro­peos “protoceltas” (Hierro I, Halls­tatt), en ambos casos en función a su ascendencia espaciocultural sobre los indoeuro­peos “celtas” (Hierro II, La Tène).

 

  II - FUENTES CLÁSICAS, PRIMERAS REFERENCIAS

 Los primeros celtas que figuran en la historia escrita, junto a los situados en las bocas del Danubio, son mencionados a mediados del V a.C. por Herodoto (keltoi) en vecindad al te­rritorio de TARTESSOS, en un so­lar que en tiempo posterior aparecerá ocupado por los CELTICI (la Baeturia «céltica»: N de Huelva, SO de Badajoz y O de Sevilla). Por otro lado la Ora Mariti­ma de Avieno (versificación de un periplo massaliota del VI a.C.) sitúa en el occidente peninsular a los CEMPSI y a los SAEFES; pueblos que la etnografía tradi­cional, siguiendo postulados de Boch Gimpera, A. Schulten y otros, también señala como «célticos». Y tanto Avieno como Herodoros de Herakleia (420 a.C.) incluyen entre los pue­blos tartessios a los GLETES, etnónimo a su vez de sugestiva interpretación céltica: gletes―‘keltes’.

Ya en tiempo histórico los autores grecolatinos contemporáneos a la conquista romana, en su descripción de pueblos de la península, llegan inicialmente a considerar «céltico» todo el territorio al norte de los turdetanos y a occi­dente de los íberos. Y aún después, en plena época romana, se señala todavía la condición de «celtas» para distintos pueblos hispanos: celtici, celtíberos, berones, ca­llaeci, neri… alcanzando incluso a definir como tales a lusitanos y vettones.

  

III - MIGRACIONES HISTORIOGRÁFICAS

 El carácter expansivo de estas culturas y su condición tradicio­nal de “gentes celtas” propiciaron que los historiadores de primera mitad del siglo XX desarrollaran una serie de teorías sobre sucesi­vas migraciones “celtas”, inte­grando en cada una de ellas a un conjunto de pueblos estableci­dos siglos después en los supuestos puntos de destino.

Como antecedente a aquellas oleadas «célticas», y sin men­cionar otras más remotas como “kurganes”, cerámica cor­dada, campaniforme… se alu­dió a una serie de migraciones indoeuropeas durante el Bronce Final. Así D’Arbois de Jubainville postuló una coloniza­ción occidental de alcance hispa­no: la de los LIGURES (teoría defendida por Schulten y otros). Otros autores (Pokorny, Almagro Basch...) seña­laron que aquella primera oleada de hacia el 1000 a.C. corres­pondería en lugar de a LIGURES a ILIRIOS; Menéndez Pidal hablaría de AMBRONES e ILIRIOS… Para tiempo posterior se seña­laron nuevas oleadas entre las que ya serían “celtas” las dos últimas: hacia el 500 a.C. la de los celtas GOIDÉLICOS y hacia el 270 la de los celtas BRITÓNICOS.

Estas teorías “invasionis­tas” que postulaban la avenida al occidente europeo de aquellas oleadas “celtas” tendrían en España como principal valedor a Pere Boch Gimpera, quien desarrolló (junto a Almagro Bach, A. Schul­ten, J. Maluquer, A. Beltrán…) un corpus secuencial de avenidas celtas desde el Bronce Final (X a.C.) que establecería, hasta los años 80, el mapa “oficial” hispa­no de aquellos movimientos mi­gratorios, de los que llegarían a ser identifi­cados al menos cinco.

En la actualidad estas teorías han quedado superadas, debido sin embargo a su interés historiográfico y a la profusión de citas relativas a aquellas migraciones que podemos encontrar en los textos históricos, las des­cribiré a continuación.

 

III (1) -  Migraciones indoeuropeas “preceltas”. Campos de Urnas

1ª oleada

Sería durante el siglo IX a.C. cuando grupos precélticos aislados penetra­rían por los pasos de las Alberas y otros puntos más occidentales de los Pirineos, estableciéndose en la montaña catalana, los llanos de Urgel, el oriente aragonés y al­gún punto en la Rioja. Se estima­ba que dichos grupos llegarían en número limitado y se fusionaron con la población autóctona, a juzgar por los esca­sos rastros que dejaron. La ar­queología les identificaba a tra­vés de los “Campos de Urnas”, la toponimia les ponía en relación con los sufijos ‘d/unum’ y ‘acum’, y la etnografía tradicional les asig­nó la paternidad del pueblo de los BERYBRACES, posterior­mente domiciliado en las monta­ñas del suroeste de Castellón. Algunos también les relacionaron con los BERGISTANOS históricos.

 

III (2) -  Migraciones indoeuropeas “protoceltas”. Hallstatt

 2ª oleada

Los pueblos de la se­gunda oleada llegarían atrave­sando Roncesvalles hacia el 700 a.C. Se trataba ya de gentes de cultura halls­táttica procedentes del bajo Rhin que hallarían asiento en el alto Ebro, en el bajo Aragón y en la Meseta; de donde posteriores avenidas les replegarían a las zonas montaño­sas que bordean la meseta supe­rior. Entre ellos se identificó al pueblo de los BERONES en la Rioja y a los PE­LENDONES en la región de Vinuesa.

A estas oleadas les sucederían durante el siglo VII a.C. al menos otras dos: la del pueblo de los CEMPSI y la del pueblo de los SAEFES, ambas enmarcadas todavía en la cultura hallstáttica. Veamos:

 

3ª oleada

Desplazados de la zona de Westfalia los CEMPSI atravesarían Holanda, Bélgica y la costa at­lántica francesa hasta llegar a la península sobre el 650 a.C., destino que alcanzaron junto a parte de las tribus de GERMA­NOS, CIMBRIOS y EBURO­NES que se les irían uniendo en el camino. Se supuso que estos grupos germánicos habitaron algún tiempo en la Meseta, de donde los CEMPSI partirían hacia tie­rras extremeñas y el valle del Tajo portugués mandando avan­zadas a las provincias de Huelva, Sevilla e incluso a la serranía de Ronda. En su vecindad se asenta­rían los EBURONES, que tendrían por capital a EBURA (Évora), mientras que CIMBRICUM (en la provin­cia de Cádiz) lo sería del pueblo de los CIMBRIOS. Los GERMANOS propiamente dichos quedarían domiciliados entre los ORETANOS, arrimados a las ricas zonas mineras de Sierra Morena, donde después figurará la población de ORETUM GERMANORUM considerada resto toponímico alusivo a su presencia.

 

4ª oleada

También los SAEFES, tras ser expulsados del Rhin por la sempiterna presión germana, arrastrarían a otros pueblos en su largo viaje a la península. SENONES, LUN­GONES y LEMOVICES se unie­ron en el este francés al contingente acompañante de los SAEFES: SANTONES, BITURIGES, NE­METATI, TURODITURONES, BOIOS, DRAGANI y VOLCOS. La caravana en pleno aparecerá hacia el 600 a.C. en la Meseta, de donde se irían repartiendo to­mando la mayoría dirección occi­dental. En las serranías de Teruel y Cuenca permanecerán partes de la tribu de TURODITURONES junto a los VOLCOS. El centro y norte de Portugal sería alcanzado por el grueso de los SAEFES acompañados de BITURIGES, BOIOS y otros. A Asturias llegarían los LUNGONES y parte de los DRAGANI, que se ex­tendieron también por León y por el este de Lugo. NEMETATI, LEMOVICES (LEMAVI) y TURODI se esta­blecerían en territorio galaico, donde tiempo después figurarán, respectivamente, en VALABRI­GA (cuenca del Ave), DACTO­NION (Monforte de Lemos) y AQUAE FLAVIAE (Chaves).

Sobre este pueblo de los SAEFES sabemos que ostentaba como animal pro­tector, de carácter totémico, a la serpiente (circunstancia que re­fleja su propio etnónimo: ‘*saeph-’ es raíz indoeuropea con significado de ser­piente), y que protagoniza­rían antiguas leyendas, difundi­das por Avieno (Ora Marítima), que narran una invasión de ser­pientes que expulsó de sus tierras en el noroeste a los autóctonos OES­TRYMNIOS, en clara y emblemática alusión a aquella tribu indoeuropea saefe. Lo mismo recoge una leyenda local de Entrimo (to­pónimo sospechoso de filiación “oestrymnica), que narra cómo los pobladores del Monte dos Caste­los serían expulsados de sus tierras por una invasión de serpientes llegadas desde el Monte da Serpe ha­cia las tierras de Bande (territorio de los galaicos QUERQUERNI, pueblo al que Tovar emparentó con los SAEFES). Para más abun­damiento se nos transmitirá, como ya vimos, el nombre de OPHIOUSSA (tierra de serpien­tes) en relación a estas tierras del occidente peninsular. Para García Bellido ‘saefes es nombre con que se denominarían a sí mis­mos; Ophioussa sería por contra el nombre que serviría a unas gen­tes extranjeras (griegos) para de­signar aquellas tierras a través del escaso conocimiento que te­nían sobre sus pobladores.

 

III (3) -  Migraciones indoeuropeas “celtas”

5ª oleada

La de­nominada quinta oleada sería la que más población aportara a la península, y en cierta forma la primera en ajus­tarse a la actual interpretación histórica y al concepto cultural de “celta”. Se sitúa en la primera mitad del VI a.C., cuando en­trarían muchedumbres de celtas BELOVA­COS, SUESSIONES, NERVIOS, AMBIANOS y VELIOCASSES (celtas belgas), a quienes se unieron los AUTRIGONES. Entre todos ellos serían los BELOVACOS los llamados a ser definitivos propietarios de la meseta castellana, y de su etnia surgirían los pueblos históricos de los AREVACOS, BELOS y TITTOS, entre los que algunos incluyen también a los VACCEOS.

Más tarde estos pueblos: aréva­cos, belos y tittos, serán junto a los LUSONES las tribus que conformen el núcleo de los CELTIBEROS históricos, único grupo ét­nico hispano de lengua y cultura celtas.

También el pueblo meridio­nal histórico de los CELTICI se consideró parte de aquella migración (los textos les relacionan con los celtíberos y la arqueología señala más concretamente a los vacceos), sin que alcancemos a adivinar su precisa genealogía. Estos celtici tienen el honor de ocupar un territorio donde se sitúan los primeros celtas nombrados por la historia escrita (Herodoto en el V a.C.), junto a los de las bocas del Danubio; por demás de ser protagonis­tas de una interesante odisea galaica en el II a.C. que asentaría a grupos de ellos en el Finisterre junto a los galaicos NERI, conforme  describe A. García Bellido, constituyendo el episodio una verdadera migración interna.

 

III (4) -  Migraciones históricas

Pos­teriormente se registrarían aún nuevas avenidas, éstas ya de ca­rácter plenamente histórico, como la del año 104 a.C. cuando un nuevo contingente de CIM­BRIOS (con ancestros ya inclui­dos en la antigua oleada de los CEMPSI) entraría en la península por el Pirineo alcanzando la Mese­ta. La defensa que realizaron los celtíberos de sus tierras les resul­taría tan gravosa a estos cimbrios que optaron por volverse hacia las Galias. La noticia procede de Tito Livio, Plutarco, Obsequens, Seneca y Hieronimus.

También se tiene noticia de una migra­ción de galos llegada a ILERDA en el 49 a.C. acompañando a las le­giones de César (acompa­ñando en realidad a la caballería auxiliar gala de esas legiones). Estos GALLI parece que halla­rían asiento definitivo en torno al río Gállego (GALLICUS flu­men), donde tiempo después fi­gurará bastante toponimia alusiva a los mismos (FORO GALLORUM, GALLORUM pagus, GA­LLICA FLAVIA, GALLICUM). Es proba­ble que el propio César decidiera aquel asentamiento de los GALLI en la zona del río Gállego, estableciendo así con ellos una especie de limus vasco­num a fin de garantizarse la aquiescencia del pueblo VASCÓN, significado partidario de su ene­migo Pompeyo y pueblo entonces en fase expan­siva suroriental al amparo de aquel desde las guerras sertoria­nas. 

Y esto es todo por ahora, si resulta de interés prepararé nuevos artículos sobre el estado actual de la arqueología céltica y sobre los sustratos lingüísticos y las lenguas célticas. Pasadlo del quince, un saludo.