Los chicos de Altsasu cumplen hoy 583 días en la cárcel, prácticamente 2 años. Se les acusa de algo que no han hecho y que según la Audiencia Nacional, es terrorismo.
El fascismo desaforado del Estado Español y sus órganos ejecutores, que son la Audiencia Nacional y el Tribunal Supremo, no conocen ningún límite para ejercer la represión y recurren a cualquier método o forma para para poder llevarla a cabo. Apenas se les ha sometido a juicio oral el pasado 16 de Abril y continúan en prisión preventiva en San Fernando de Henares. Las supuestas lesiones que sufrieron los Guardias Civiles, siervos de este sistema, aluden que aunque estuvieran fuera de servicio, un Guardia Civil ejerce su cargo las 24 horas del día, siendo un argumento miserable del propio estado fascista.
En el Estado español, mientras los trabajadores son reprimidos, mientras se persigue a raperos, twitteros, sindicalistas honrados, comunistas, anarquistas, antifascistas, etcétera, por denunciar la esencia reaccionaria y fascista del Estado, los ladrones y los fascistas actúan con total impunidad.
El Régimen del 78 se encuentra en una crisis que refleja la fragilidad de un sistema que se ahoga en sus propias contradicciones. Estas contradicciones no son solo relativas al modelo territorial, sino a la jefatura del Estado y al modelo económico y social vigente. La aplicación del artículo 155, la brutal represión vivida el 1-O y el posterior encarcelamiento de los Jordis y de los exconsellers, se produjeron como consecuencia del cuestionamiento de uno de los pilares del Régimen del 78: la indisoluble unidad de España, una unidad ficticia y sostenida por la fuerza.
Sin embargo, no hay que remontarse al Procés para constatar la existencia de presos políticos. La detención de Alfon en la Huelga general del 14N de 2012 y su posterior encarcelamiento–que perdura hoy en día– da buena cuenta del derecho a la huelga que existe en este país. Asimismo, la detención y envío a prisión de Miguel e Isma tras los disturbios del 22M–disturbios provocados por la propia Policía– cuestionan el derecho de reunión en España. Nos han arrebatado los derechos paulatinamente a golpe de ley y porrazo–la ley mordaza, aprobada en 2015, sigue vigente pese a las promesas del PSOE y de Podemos de derogarla–.
La ley mordaza y la reforma del Código Penal de 2015 tienen como fin silenciar la voz del pueblo, no solo en las calles, sino también en las redes–Operaciones Araña, que rastrean y persiguen a la disidencia en Internet–. Bajo el supuesto delito de enaltecimiento del terrorismo, se ha enjuiciado a titiriteros–Títeres desde Abajo–, a twitteros–Casandra Vera, Alfredo Ramírez, Andeka Jurado, Kaitet Prieto–, a artistas–César Strawberry, Pablo Hasél, Valtònyc– y a periodistas–Boro LH–, por citar algunos ejemplos.
La censura y la represión se agudiza cada vez más. Además de lo ya enumerado, cabe señalar la retirada de ARCO de la obra‘Presos políticos y la España contemporánea’, de Santiago Sierra, donde aparecían una veintena de fotografías pixeladas en blanco y negro y en las que estaban retratados, entre otros, Oriol Junqueras, Jordi Cuixart y Jordi Sànchez, a la vez que se secuestraba el libro Fariña, que ahondaba en el narcotráfico gallego y en sus nexos políticos–José Alfredo Bea Gondar, exalcalde del PP de O Grove, que fue condenado a cuatro años por narcotráfico y que finalmente fue absuelto por el Tribunal Supremo–.
Estos pocos ejemplos muestran el estado de la Justicia española: una Justicia al servicio del poder ejecutivo, siendo altas instancias judiciales, como la Audiencia Nacional o el Tribunal Supremo, órganos dependientes de este. La Audiencia Nacional, heredera del Tribunal de Orden Público franquista, no es más que una institución para reprimir y silenciar a toda disidencia. Somos testigos de la negación sistemática del derecho de reunión, del derecho de huelga y del derecho a la libertad de expresión, bajo el amparo de la ley.
Todo ello es reflejo de la fragilidad del Régimen del 78: un régimen agonizante y caduco que hoy se ve obligado a apoyarse en el fascismo para controlar por la fuerza un sistema que se derrumba. El fascismo, engendro del capitalismo, es el resultado de las propias contradicciones de las relaciones de producción y nace de la necesidad de la burguesía por proteger por la fuerza sus intereses, que se ven amenazados por las graves crisis del sistema.
Resulta evidente que, pese a los intentos de la clase dominante, que se ha encargado durante décadas de convencernos de que el capitalismo es el único sistema posible, este no representa la voluntad popular. La democracia burguesa sirve única y exclusivamente a los intereses del capital. Es la burguesía quien posee el control del aparato estatal, es la que decide quién o qué está dentro o fuera de la legalidad y, en los momentos en que el sistema está más débil y la crisis se agrava–como el periodo actual, donde el Procés y la crisis económica ponen en jaque al régimen–, es la burguesía quien recurre al fascismo para proteger sus privilegios.
La única democracia posible es la democracia obrera: una democracia que, a diferencia de la burguesa, defiende y representa los intereses de la inmensa mayoría a través del Partido Comunista, cuyo fin no debe ser otro que acabar con el capitalismo y construir el socialismo. Los trabajadores debemos cimentar una auténtica democracia que ponga fin a la explotación del hombre por el hombre y a la desigualdad social, a través de la conquista revolucionaria del poder político.
Desde el PCOE trasladamos nuestra solidaridad con los chicos de Altsasu ante los falsos hechos de los que se les acusa y por la condena a la que se encuentran sometidos . El encarcelamiento de los jóvenes de Altsasu forma parte de la represión política llevada a cabo por el Estado Español fascista . Exigimos su puesta inmediata en libertad y la de todos los presos políticos del Estado Español, como Valtònyc, encarcelados por sus ideas comunistas, antifascistas, independentistas, republicanas, etc … Exigimos la inmediata disolución de la Audiencia Nacional, tribunal fascista que cumple con el único propósito de perseguir, reprimir y silenciar a la disidencia.
Cada vez son más las personas críticas con el sistema y cada vez son más los represaliados. Vivimos en un sistema basado exclusivamente en la generación de riqueza para engordar al burgués, mientras la clase trabajadora se convierte en una mercancía más; asfixiada, esclavizada y deshumanizada. Debemos poner fin a la explotación del hombre por el hombre y edificar el Socialismo, único sistema al servicio del bienestar de la clase obrera, basado en la fraternidad entre los trabajadores.
Si queremos cambiar la historia, si queremos combatir el régimen, debemos ser consecuentes y salir a la calle a construir un Frente Único del Pueblo que aúne todas las luchas en una. Valtònyc y muchos otros parten al exilio o los encierran durante años por hacer frente al sistema. Ellos sacrifican su vida por nosotros cuando bien podrían vivir apaciblemente. Debemos estar a su altura. No podemos permanecer en casa sin hacer nada, no podemos sentarnos en el sofá creyendo que ya hemos cumplido escribiendo en un hashtag o compartiendo una publicación. Porque mientras nos quedamos a gusto alejados de la lluvia y del mal tiempo, hay gente que entra en la cárcel por dar la cara. Por eso pedimos solidaridad, fuerza y sacrificio. Porque si la lucha muere en las redes, si la protesta no se da en la calle, quien gana es el Estado español.