La historia comienza en el año 1979 en la isla japonesa de Amami Ōshima, ubicada en la prefectura de Kagoshima. Ese año, redescubren el conejo de Amami (Pentalagus furnessi), una especie endémica y considerada un "fósil viviente" debido a su antigüedad evolutiva. Antes del hallazgo, se pensaba que el conejo estaba al borde de la extinción debido a la pérdida de hábitat y la caza.
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