Ese mismo viernes, en esa serie de catastróficas desdichas, publicaba Miguel González en El País que el tribunal de cuentas ha expedientado a Vox por financiación irregular, por recaudar miles de donaciones prohibidas por ley. Pero vino el sábado y llegó la asamblea nacional. Y segundos después de subirse al micrófono, después de los aplausos y de que los asistentes le gritaran: “presidente”, alguien gritó "Viva Franco" y se oyeron risas, y él, sin corrientes y aun sintiéndose más seguro de sí mismo que nunca, no dijo ni sí ni no
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