Eran las 8.30 horas del 18 de marzo y en la ciudad de Ceuta empezaba a amanecer. Dentro del acuartelamiento “González Tablas” los militares ya estaban en pie, como el sargento 1º F. y el cabo 1º A., del Grupo de “Regulares de Ceuta” nº 54, que empezaban el lunes de la mejor manera posible: haciendo deporte. Su intención era correr durante algunos kilómetros, una idea que desecharon cuando nada más salir vieron una columna de humo procedente del vecindario. Ambos comentaron que, si el fuego continuaba, era muy peligroso porque en esa zona había muchos residuos.
Llamaron al 112 y emprendieron la carrera hacia la zona. “Advertimos a Emergencias de que para los bomberos sería más fácil acceder con el camión por la parte baja, pero que nosotros iríamos a la alta para desalojar a la gente que vivía cerca”, cuenta F. Cuando llegaron al lugar, las llamas en el cañaveral superaban los dos metros y estaban muy cerca de una vivienda. “De repente, vimos a otra persona que estaba hablando con los vecinos”, cuenta el sargento 1º. Era el cabo mayor R., del Regimiento Mixto de Artillería nº 30, quien también había salido a correr y había llegado un par de minutos antes. “Yo había hablado con una chica que estaba muy nerviosa y le pregunté si dentro de la casa más cercana al fuego había gente dentro”, relata R.
Aunque no se conocían, entre los tres se pusieron de acuerdo para evacuar a los vecinos (muchos de ellos aún dormían), ya que el lugar donde se ubican las viviendas es una cuesta de alrededor de 25 metros. Sobre todo buscaron a los niños, para socorrerles cuanto antes.
Sucedió en cuestión de minutos, pero cuando llegaros los bomberos, todas las casas ya estaban vacías y el fuego no había afectado a ninguna vivienda. “No le dimos importancia porque habíamos actuado no solo como militares, sino como ciudadanos y esto es lo que nuestra conciencia nos pedía hacer”, asegura el sargento 1º.