(... ) Las leyes de Roma pedían que la gente fuera pulcra: limpieza de los canales frente a las casas para que los vehículos se movieran sin problemas, prohibición de tirar excrementos a la calle. Y hasta un ‘impuesto sobre la orina’ conocido como ‘Vectigal urinae’. Fue en el siglo I d.C. cuando el emperador Tito Flavio Vespasiano decidió gravar con un nuevo tributo a las empresas y personas que se dedicaban a recoger todo el líquido miccionado por el pueblo romano en los urinarios públicos.
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