Entre las muchas trampas en las que un guionista o un cineasta puede caer con una facilidad pasmosa se encuentra transformar a un personaje en poco menos que un cliché con patas; algo mucho más habitual de lo deseable debido a la sencillez de abrazar tópicos preestablecidos y que, salvo honrosas excepciones, suele convertirse en el pan de cada día cuando se trata de protagonistas con algún tipo de trastorno mental.
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