«En las prisiones rusas, los tatuajes funcionan como el pasaporte y la biografía del criminal. El cuerpo es su única posesión en ese mundo. No existe otra manera de comunicar un mensaje», subraya Sorrell. Gran parte de las intervenciones corporales sirven para marcar jerarquías y escalafones en el mundo criminal, como sucede en el ejército. Tatuajes de ojos en los hombros o en el pecho demuestran un rango superior, que observa a los demás desde una ubicación elevada.
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