Olaia avisa en varias ocasiones de que Oier está enmadrado, pero cuando se le conoce no es para tanto. Oier es coqueto, burlón y bailarín. Sobre todo cuando se ve a sí mismo seguir el ritmo de los Gigantes de Pamplona, en un vídeo que sus padres conocen de memoria de verlo a diario. A sus dos años y medio se señala sin timidez en la pantalla. "Oier", dice, risueño. En la imagen, el niño se mueve al ritmo de los txistus, y las únicas diferencias entre San Fermín y la actualidad son dos: en ese vídeo Oier baila en pantalón corto y tiene pelo.