A inicios del siglo XVII la cantidad de denuncias sobre la presencia de hechiceras en el País Vasco francés provocó que el rey Enrique IV enviara a un cazador de brujas para eliminar el mal. En mayo de 1609 se instaló en el castillo de Sempere el magistrado Pierre de Lancre, dotado de plenos poderes para erradicar los sabbats, las misas negras, la licantropía y el dominio de Satanás sobre la región.