Por si no tuvieron bastante con la destrucción de sus ciudades, las horribles quemaduras y los efectos a largo plazo, muchos fueron discriminados laboral e incluso sentimentalmente, ya que muy pocas familias permitían a sus hijos contraer matrimonio con una víctima atómica. Se les conoce como «hibakusha» y sólo en las últimas décadas se ha reconocido la dimensión de su tragedia. Salvando las distancias, entre las decenas de miles de desplazados por el accidente nuclear de Fukushima, empiezan a aflorar anécdotas de discriminacion y rechazo.