Si hay una película, o mejor dicho, películas que me agobian son las del Muñeco Diabólico, Chucky para los amigos. Recuerdo verlas de pequeña y agobiarme muchísimo. No ya por el hecho de que un juguete infantil se convirtiera en un asesino psicópata (aunque he de reconocer que su sarcasmo me mola), sino por el hecho de que, hicieras lo que hicieras, parecía que no había manera de destruir a ese muñeco horripilante