El apático lenguaje con el que los poderes económicos nos cuentan la crisis recuerda a las instrucciones de seguridad de los aviones: esos folletos plastificados, asépticos, donde explican que las salidas de emergencia están allí, aquí y allá, con ilustraciones de una madre que coloca una mascarilla de aire a su hija con la misma expresión de aburrimiento del que se lava los dientes después de un madrugón.