Fumemos. Fumemos hasta que nos muramos de un cáncer de pulmón, o de garganta, o de lo que le dé la gana al cuerpo. Pero fumemos, que no es gratis, pero es placentero. Fumemos hasta que no podamos parar de toser, hasta que nuestras cuerdas vocales no consigan dar con la frecuencia exacta, pero fumemos, que al fin y al cabo la vida son dos días y un cáncer se pasa más rápido que deprisa, ya lo verás.