Uno de estos animales quiméricos de la antigüedad es el Serpopardo. En realidad el término es moderno, inventado por los investigadores para referirse a un motivo ornamental cuyo nombre no ha llegado hasta nuestros días por ninguna fuente. Se le llama Serpopardo porque se le representaba con el cuerpo de lo que parece ser un leopardo y un largo cuello semejante a una serpiente. Y habitualmente de dos en dos, con los cuellos entrelazados.