Las fugas de los gasoductos Nord Stream 1 y 2 en el Báltico han puesto en alerta a la comunidad internacional, al considerar que se trata probablemente de un sabotaje, y han llenado de incertidumbre a Europa ante las consecuencias que puede tener en el suministro. Sin embargo, la salida de gas de estos conductos al mar y al aire tiene también consecuencias medioambientales "terribles", según denuncian las organizaciones ecologistas.