Vivimos en el imperio de la pereza intelectual, donde la mediocridad es el estándar ante el que todos debemos inclinarnos. El sistema, tal como enuncia el principio de Peter, está pensado para que sean las medianías quienes acaparen el poder. Eso tiene la ventaja de apartar a los incompetentes; también el inconveniente de marginar a los genios. Por eso, en las escuelas le esperará la misma suerte (el despido) tanto al profesor que no enseña como al que enseña demasiado.

A 100 años de la publicación de "El hombre mediocre" del filósofo José Ingenieros (con gran influencia en las tesis de Ortega y Gasset), su diagnóstico de la mediocracia en la política sigue siendo vigente, aunque las soluciones resulten hoy muy polémicas.

Aunque discrepo de estos dirigentes y ex-dirigentes que ahora se erigen en adalides de la participación y la democracia interna, sí que hay algo de cierto en el fondo: los partidos son grandes centrifugadoras de talento y generan unas espirales de silencio bastante intratables. Y es que el debate de la democracia y la participación dentro de los partidos es banal tal y como se plantea. Los votantes les es igual que el partido al que votan sea una máquina de generar consensos en debates profundos y participativos o un ejército...

Explicaban en la BBC, en un debate de altura, porqué los sensatos ciudadanos suecos han votado a la ultraderecha. Ha sido eso, el “backlash”. Hartos de la política tradicional, de que la izquierda no se comporte como izquierda, ni la derecha como derecha, han salido por un extremo.

Gaspar Llamazares, candidato a la presidencia del Gobierno por la coalición Izquierda Unida (IU), considera que el debate televisivo celebrado en la noche del lunes entre José Luis Rodríguez Zapatero y Mariano Rajoy ha sido una repetición del debate que estos dos líderes mantuvieron el pasado 25 de febrero. En su opinión, los dos líderes "han representado los mismos papeles que la vez anterior".