El 24 de diciembre de 1976, y a raíz de su entrada ilegal en España, Santiago Carrillo fue detenido junto a otros siete militantes comunistas. Sus familiares, que no dudaron en enviar un telegrama al Rey quejándose de la “arbitraria detención, procesamiento y prisión incondicional” de Carrillo. Con la excusa de desear un “país democrático para nuestros hijos” y apelando a las fechas navideñas, se dirigen a Su Majestad exigiendo la inmediata “livertad” (sic) de esos “incansables luchadores”, cuya detención, apuntan, es una “tremenda injusticia”.