Para consolidar el dominio del hombre sobre sus bestias se comienza a realizar actividades para reducir la agresividad del animal. Así comienza la mutilación de otro ser vivo por parte del hombre, que originariamente era de tres tipos: el descuernado, el anillado de hocico, y la castración. Esta figura surge en diferentes rincones del mundo, y en cada uno de ellos tiene un nombre propio: kurgarru para los sumerios, assinnu para los acadios, ishtaritu para los babilonios y galli para los romanos.