Incluso en 1878, los lectores de The New York Graphic deberían haber sabido que no debían confiar en un artículo con un sonido fantástico publicado el Día de los Inocentes. El periódico tenía una primicia: el célebre inventor Thomas Edison había realizado una tarea directamente de un cuento de hadas. Había inventado una máquina que podía convertir la suciedad de su sótano en carne, fruta e incluso vino. El dispositivo "Alimentaría a la especie umana", declaraba el titular. Las materias primas eran simplemente aire, agua y suciedad.