La resistencia de la ciudadanía a que sus parlamentos se llenen de imputados y de políticos a los que en muchas ocasiones consideran, y con razón, traidores, ha sido tratada en los medios de comunicación con ánimo punitivo, con ánimo de ladrar desde las faldas del poder, asediando toda voz disidente, señalando toda voz distinta, aislando todo gesto de descontento, criminalizando toda ansia de democracia real.