Rafael Azcona era un cineasta –pues es cineasta todo aquel que procura películas- al que durante décadas nunca se le asoció a los escenarios y elementos más superficiales, característicos, públicos o simplemente mundanos de la profesión: rodajes, estrenos, cines, premios, noticias o actos del gremio. Él estuvo siempre, no literalmente pero sí literariamente, detrás de la pantalla. En la escritura del guión, que se inicia, por cierto, ante un folio tan blanco como una pantalla. Aunque bien es verdad que, al principio se dejó caer...