En 1935, la hija de Gerhard Domagk, el gran microbiólogo, tropezó en la escalera de la casa familiar de Wuppertal, en Alemania, mientras sostenía una aguja. Caerse por las escaleras es un accidente bastante frecuente en el mundo, como ya os expliqué en Ese objeto peligrosísimo que es una escalera (I): más de 300.000 accidentes solo en Reino Unido. De hecho, morir en una escalera es más probable que hacerlo en un vuelo comercial. Pero en este caso, aún era peor: la aguja que llevaba la muchacha, de nombre Hildegard, se le clavó en la mano...