Veintiocho unidades penitenciarias en Brasil son cárceles pero no responden a la lógica carcelaria actual, es decir, no tienen guardias, no se usan armas, no alojan a presos procesados, comen con cubiertos, todos están obligados a trabajar y a estudiar según su nivel, deben estar alojados en cercanía de sus familias, son cárceles administradas por la sociedad civil sin fines de lucro y la conducta es vigilada por una comisión de presos denominada Consejo de Sinceridad y Solidaridad.