Había en Mitchum un misterio que nunca llegabas a atrapar. Cuando creías que le tenías se escapaba por el lado contrario, como un gato. Era un hombre de orden, que llevaba muchísimos años casado con la misma mujer. Era creyente, metodista. Y por otro lado estaban el alcohol, la droga, los amoríos. Lo incontrolable. Era un tipo inteligentísimo que jugaba a no parecerlo y a que todo le daba igual. Y es verdad que muchas cosas le daban igual, pero desde luego no todas: su trabajo no le daba igual. Siempre decía lo que pensaba, aunque pudiera...