Imaginemos que el Sr. Zapatero, esa bestia sedienta de sangre, se reúne con sus ministras de economía, sanidad y defensa, y los ministros de trabajo e interior, para proponer, a partir de mañana, una ley por la que las oficinas del paro incluirán unas bonitas cámaras de gas, en las que se dará una ducha de esas que les gustaban a los nazis (para los judíos, se entiende, no para ellos mismos) a medio millón de parados al año.