La obra, "El castillo de Otranto", era tan extraña para lo común en la Inglaterra de la época, que Horace Walpole no se atrevió a publicarla como propia, y en su primera edición, la hizo pasar como la traducción de un manuscrito italiano. Para sorpresa general, la obra tuvo tanto éxito, que en la segunda edición se atrevió a publicarla ya como propia, con un segundo prólogo: "(...) conviene que se excuse ante sus lectores por haberles ofrecido su obra bajo la personalidad prestada de un traductor.