Estoy notando en muchos lectores, periodistas, redactores de blogs (y en algunos escritores también) una especie de apatía hacía la poesía. No la entienden. No les mueve un pelo. Les parece una truchada, o su lectura les exige un esfuerzo que, dicen, nunca da frutos. Acusan al género de críptico, difícil, aburrido, pomposo, y por último, elitista. Sin embargo, es lo que más se publica, aunque lo que menos vende.